“¡JESÚS, MAESTRO, TEN COMPASIÓN DE NOSOTROS!”

Publicado en por Fraternidad Laical Dominicos San Vicente Ferrer

A la luz del 2º libro de los Reyes (5, 14-17) y Lc (17, 11-19).-

XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario


     En las dos lecturas bíblicas sugeridas para este domingo nos encontramos con la historia de unos leprosos que fueron sanados, el primero tiene un nombre y un puesto de importancia, se llamaba Naamán y era general del ejército sirio, a los otros diez Jesús no les pone nombre en la parábola que externa; pero todos son sanados, el primero podría representar en el aquí y ahora a todos los hombres de importancia y los otros diez al grueso de la población, a los que no se les conoce por el nombre, ni por un título académico, ni por la impronta que han dejado en la sociedad en el cultivo de alguna ciencia o arte; a todos aquellos desposeídos y marginados por las estructuras de este tiempo preciso, a los que no tienen voz ni voto en la urdimbre enmarañada de esta sociedad.

 

     Debemos acotar que en el tiempo de Jesús cualquier persona con una  enfermedad que pudiera hacerle exteriormente impuro era conocida con el término leproso, en la antigüedad la lepra era un término genérico que abarcaba todas las enfermedades cutáneas, incluidas las ulceras y los sarpullidos (Levítico 13);  el término hebreo sara’ at, que suele traducir de ordinario “lepra”, no es lo que la medicina actual conoce como “enfermedad de Hansen” descubridor del mycobacterium leprae en 1868, porque hasta el dia de hoy no hay ningún vestigio arqueológico en la antigua Palestina perteneciente a una persona enferma de la verdadera lepra.

 

     Independientemente a tales conceptos, seguiremos llamando leprosos a estos personajes y podemos contemplar que el primer leproso motivo de nuestra reflexión dominical, es curado por Eliseo un hombre de Dios  y  los otros diez por Jesús, pero hay que notar que a todos se les pone   una condición previa para alcanzar su sanación: al primero que se sumerja siete veces en el rio Jordán y a los otros diez que se “presenten a los sacerdotes”,  todos cumplen el mandato previo sugerido para obtener la salud, pero solo dos regresan a dar gracias por la recuperación de la misma, Naamán y un samaritano.

 

     El general sirio se muestra agradecido y regresa ante Eliseo  a hacerle regalos  por la sanación obtenida, pero él las rechaza contestando “juro por el Señor, en cuya presencia estoy, que no aceptaré nada” 2ª Reyes (5, 16) ejemplo preclaro que todos aquellos “evangelistas taumaturgos” modernos y aprendices de ellos deben tomar muy en cuenta y seguir al pie de la letra: No recibir nada por “los milagros, desmayos y sanaciones que supuestamente hacen” y que publicitan en todos los medios modernos de comunicación, poniendo así al descubierto las intenciones de sus corazones, movidos no por la compasión que puso de manifiesto Jesús sino por el enriquecimiento que se obtiene en “las noches gloriosas al venir por un milagro y por el Espíritu Santo” que tambien se puede obtener en las vestiduras  de estos “siervos de Dios” que al tocarlas o pasar cerca de ellas, tambien uno se puede “desmayar y quedar salvo” porque las mismas están “ungidas del Espíritu Santo” según ellos.

 

     ¿No eran diez los que quedaron limpios? ¿Dónde están los otros nueve? Pregunta Jesús al samaritano agradecido que regresó a darle gracias, los otros nueve fueron desagradecidos porque al obtener su sanación no se acordaron de aquel que se las procuró. Ser ingrato es una de las “cualidades y habilidades” de muchos de nosotros los seres humanos, que mientras estamos  atravesando algún problema ya sea este de tipo laboral, económico, familiar, legal, físico, mental o espiritual entre tantos otros problemas gritamos de muchas formas “Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros” (Lc 17, 13); lo gritamos dentro de los templos rezando y “sirviendo” en muchos grupos eclesiales, creyendo que así vamos a obtener lo que necesitamos y una vez obtenido el favor de Dios, cuando ya la enfermedad a desaparecido, cuando nuestras finanzas han mejorado, cuando hemos obtenido un mejor empleo o conseguido alguno, es raro que regresemos a los pies de Jesús, alabando a Dios en voz alta y postrarnos ante El para darle las gracias (Lc 17, 15-16), sino todo lo contrario le damos la espalda y dejamos de hacer lo que estábamos haciendo “fervorosamente”.

 

     Jesús tiene compasión de todos nosotros y  quiere curar todos nuestros males y por eso  en esta hora los  invito a que tambien nosotros hagamos lo que les pidió a los diez leprosos del evangelio, pasar antes donde el sacerdote para que sean perdonados todos nuestros pecados  no importa cuales, cuantos y que tan grandes son, porque para sanar todos nuestros males físicos primero tenemos que curar los del espíritu y esta función El la delegó en sus discípulos (Jn 20, 23) y gozando nuestra Iglesia de esa sucesión apostólica podemos presentarnos hoy, en este momento preciso ante el sacerdote y hacer uso del Sacramento de la reconciliación y el de la unción de enfermos para que nuestra recuperación sea más rápida y eficiente.

 

 

 

 

 

José Luis Riveiro Fernández, OP

Santo Domingo de Cobán, 08 de octubre de 2010

Bibliografía:

Biblia de Jerusalén;

Jesús, Aproximación histórica, José Antonio Pagola;

Jesús antes del Cristianismo, Alberto Nolan.-

 

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