“LAS ANTÍTESIS DEL SERMON DE LA MONTAÑA”

Publicado en por Fraternidad Laical Dominicos San Vicente Ferrer

A la luz del santo Evangelio según San Mateo (5, 17-37)

VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

 

     Resulta paradójico en este tiempo presente analizar las antítesis del sermón de la montaña externadas por Jesús en aquel tiempo;  al considerar las costumbres,  la cultura, la moral y la ética laxa de este mundo moderno, sumado a los problemas que se derivan  del laicismo, el relativismo y el indiferentismo religioso entre tantas otras cosas que hoy ponen una brecha enorme al sentido que Jesús le dio a la ley mosaica en este famoso sermón del monte o de la montaña como se le quiera llamar y lo que se dice y se hace hoy; inclusive por la jurisprudencia de las naciones del primero y segundo mundo como el Banco Mundial le llama a los países desarrollados,  misma que quiere ser aplicada en los pueblos del tercer y cuarto mundo que quieren  ser “grandes” en el concierto de las naciones.

 

     Con ese recurso estilístico que consiste en contraponer dos frases, versos, ideas u oraciones de significación opuesta Jesús ocupa gran parte de su  predicación en aquella oportunidad; las antítesis motivo de esta reflexión casi siempre van encabezadas por la palabra “pero”. La primer antítesis empleada por Jesús en éste sermón  empieza con el  “No matarás”  mandamiento de permanente actualidad porque Jesús no abolió la ley “pero” algunas legislaciones sí al permitir la lapidación al género femenino, la  eutanasia,  la práctica del aborto y la pena de muerte quebrantando  así  ese mandamiento y por eso la Iglesia Católica se opone categóricamente a esa flagrante violación al inmensurable amor de Dios.

 

     Santo Tomás de Aquino, un fraile dominico del siglo XII  expresa que “disponer de la vida propia es apropiarse de un derecho que corresponde a Dios” Por ello nadie puede decidir por la vida de otra persona ni de la de uno mismo y  quien comete suicidio,  practica el aborto,  la eutanasia y aplica la pena de muerte viola la ley natural escrita en nuestros corazones y quebranta ese mandamiento. Según Jesús lo quebranta también el  que enoje, insulte y desprecie a su hermano, no sólo de sangre; porque con estos hechos está matando el amor y las sanas relaciones interpersonales que debe existir entre los hombres y los pueblos de  buena voluntad, sugiriendo con autoridad modales de urbanidad al reconciliarnos con el prójimo.

 

     Continúa Jesús con la antítesis del adulterio precedida por la del repudio y aquí deja ver toda su radicalidad pues indica que con sólo mirar y desear a una mujer ya se cometió adulterio en el corazón; “dura palabra es ésta” dirán los discípulos de éste tiempo presente, porque con el culto al cuerpo, las liposucciones y la cirugía estética hay mucho más para ver y desear y  hoy ya no se ve sólo físicamente, se puede ver y desear también en el cine, la televisión, revistas para “caballeros” e  Internet.  Con éste tema del adulterio da la impresión que El Señor sólo pensó en el varón excluyendo a la mujer de los deseos banales, pero recordemos que en éste primer discurso programático  Jesús está catequizando a sus discípulos y  sin duda alguna obvió a la mujer conociendo la sociedad en que le toca vivir;  una sociedad eminentemente machista en donde “lo que para el hombre era aceptable para la mujer era imputable” ¿Acaso la lapidación se aplicaba a los hombres? ¿O se aplica porque en muchos países del Medio Oriente aún esta en plena vigencia esta ley para castigar el adulterio?

 

      Desde tiempos inmemoriales la mujer  ha sido desacreditada  y repudiada a lo largo y ancho del mundo y nuestra sociedad no está excluida porque en el lenguaje de Juan Chapín el hombre que comete adulterio es un “cabrón” y la mujer que lo comete es tildada con cuatro letras solamente.

 

     Y si miramos y deseamos dice Jesús desmembremos nuestro cuerpo, porque es mejor que entremos sin un ojo o una mano al Reino de su Padre, que con el cuerpo entero nos quememos en el infierno; aquí está hablando de forma alegórica,  significa que debemos desviar la mirada y la mano por si caemos también en la tentación de tentar o robar lo que tanto deseamos; ¡Ah! Pero sólo el ojo y la mano derecha condena Jesús dirán los impúdicos, o sea que con el izquierdo si podemos ver y desear y con la mano izquierda  tocar y robar sin que cometamos pecado.  ¿Qué piensan ustedes?

 

     Haciendo una comprensión  en ambas antítesis tanto hombre y mujer cometen adulterio con sólo mirar y desear al otro. La radicalidad del sermón de la montaña se deriva precisamente por las costumbres  de la época, malas prácticas que no discriminaron a nadie, ni siquiera al historiador judío Tito Flavio Josefo que fue el más conocido testigo extrabíblico que escribió  sobre Jesús en el siglo I, él se jactaba de haber dejado a su mujer con tres hijos sólo porque no le gustaban sus costumbres y eso que había escrito bien de Jesús en su célebre Testimonium Flavianum.

 

     Sobre el juramento es bastante claro El Señor no debemos jurar por nada, que nuestro sí sea sí y nuestro no, no, estas palabras de Jesús son ratificadas por Santiago (5, 12) hacía finales del siglo I a fin de no ser condenados.

 

     Las costumbres y los problemas sociales de la Palestina del siglo I se parecen mucho a los de los países pobres del siglo XXI; la economía política y la política económica casi siempre son dictadas por países como la Roma imperialista de aquél tiempo, la intromisión extranjera no es indiferente, el hambre, la pobreza, la marginación y la exclusión no nos son  ajenos; el clasismo, la explotación y la discriminación hacía la mujer sigue siendo grande, el divorcio cabalga a pasos agigantados, el tráfico galante se da en todas las esferas sociales ya sea por necesidad o por vocación y el hombre trata de mantener la hegemonía en el trabajo repudiando a la mujer cuando esta va subiendo escalones en la esfera social, organizacional y cultural. Ante estos problemas sociales, políticos y económicos el sermón de la montaña debe ser visto como un compendio de urbanidad para que todos los seres humanos vivamos en gloria y en paz, pero no la falsa paz que el mundo nos ofrece sino la paz que Cristo El Señor nos da a cada momento y en todo lugar. Que así sea.

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José Luis Riveiro Fernández, OP

Santo Domingo de Cobán, 10 de Febrero de 2010

 

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